martes, 20 de mayo de 2014

Padres de Gabriel y Jeremy (extra) - Relatos Cortos, Serie Nuevo Edén.



Serie Nuevo Edén
Ellos

Padres de Gabriel: Richard y Saúl.
Padre de Jeremy: Carl, Mateo y Peter.
***
Richard se estremeció al ver el humo salir del ala norte. El edificio que tenía delante de si pertenecía al ejército y justo en esa sección trabaja Saúl, el otro asignado de su mujer, y Mateo, uno de sus amigos y vecinos.
Antes siquiera de que alguien pudiera decir algo corrió como algunos a ver qué pasaba. Algunos hombres sacaban a otros de ala mientras otros gritaban órdenes. Richard esperó unos minutos hasta que nadie volvió a entrar o salir. Miró en todas direcciones, levemente, en estado de pánico.
¿Dónde demonios estaba Saúl?, se preguntó. Si le pasaba algo sabía que su mujer no lo soportaría, y tampoco él. Saúl era como su hermano, lo conocía desde hacía años y no podía imaginar no tenerlo cerca. De solo imaginar cómo reaccionaría su mujer o hijos ante algo así volvió a estremecerse.

Cuando un hombre pasó a su lado lo agarró de un brazo para detenerlo.
—¿Dónde está Saúl? —gritó por sobre todo el ruido, el hombre observó hacia la sala. Justo un segundo después se escuchó una explosión, todo el mundo se lanzó al suelo.
—Maldición —gruñó.
Richard escuchó que alguien gritaba su nombre, no se detuvo mientras corría hacia el lugar, tampoco lo hizo cuando abrió una de las puertas. Solo alcanzó a resguardarse del fuego justo antes de que lo tocara por la repentina expansión de las lamas al entrar en contacto con el oxígeno.
Un segundo después ya estaba dentro del lugar. Mirando a todos lados frenético. Una parte del ala se había derrumbado, la otra estaba en llamas. Parecían que alguien había bombardeo ese lugar.
Se internó más dentro del lugar, y mientras esquivaba el fuego y algunas otras cosas se detuvo de improvisto. Mas allá había alguien en el suelo, no pudo reconocerlo por el humo así que corrió hacia él y lo giró.
—¡Mierda! —jadeo y volvió a mirar alrededor.
Al hombre le faltaba un brazo, solo se tranquilizo por qué no era Saúl. Siguió buscándolo hasta que gritó su nombre y comenzó a correr, llevó una mano a su pecho y tosió con fuerza.
—¡Mierda, Saúl! —gritó con mas energía. Se congeló cuando oyó a alguien gemir.
Buscó hasta dar con el responsable de ese sonido y llegó a su lado. Era Mateo. Rápidamente intento agarrarlo pero no pudo ni moverlo, estaba atrapado bajo una maquina. Probó llamar su atención pero tampoco funcionó, se había desmayado.
Desesperado volvió a gritar el nombre de Saúl. Fue allí que este le respondió.
Richard corrió hacia el al verlo aparecer por otra sala más pequeña. Luego jadeo al ver que parte de su rostro estaba quemado y que su cabello rubio estaba manchado de rojo y negro. El hombre caminaba apoyado a la pared, ni siquiera se podía mantener en pie por sí mismo.
—¡Joder Saúl! —gruñó cerca y lo agarró del su brazo bueno, este aun así se quejo—. Salgamos de aquí.
Saúl murmuró algo pero no logró comprenderle.
Solo lo agarró con firmeza y llevó hacia la salida, cuando se congelo y miró tras de si soltó otra grosería.
—Hay que… sacarlo —jadeo Saúl y lo miró, él también veía a Mateo.
—Sí —dijo él y tragó—. ¿Puedes mantenerte en pie? —le preguntó.
Este asintió, con cuidado lo liberó pero apenas se alejó de él Saúl se tambaleo precariamente, lo agarró antes de que se estrellara contra el suelo.
—¡Joder, mierda! —soltó Richard al comprender y saber lo que tendría que hacer.
—Mateo —gruñó Saúl e intentó ponerse de pie.
—Voy a llevarte a la salida —le dijo a Saúl —luego regresaré por él.
Saúl se quejó pero aun así lo llevo fuera. Apenas atravesaron la puerta el suelo tembló y se escuchó otra explosión. Ambos fueron expedidos hacia adelante, terminaron cayendo sobre el suelo de frente sin poder evitarlo. Richard alzó la cabeza para ver una de las muralla caer  y la puerta desaparecer bajo el peso del techo.
Él dejó de respirar por un segundo al ver la escena y saber que Mateo había seguido allí, vivo.
Brazos los levantaron a los dos y alejaron del lugar que seguía derrumbándose. Él no podía dejar de ver las llamas devorar el edificio.
Se giró un segundo para ver a dos médicos atender a Saúl, que estaba inconsciente, luego regresó su vista al fuego.
Fue días después que los padres de Jeremy dejaron de dirigirles la palabra, que por primera vez el niño de apenas diez años lo observó con verdadero odio, y no solo a él sino también a uno de sus hijos, Gabriel, quien había sido su amigo.

Y por un tiempo Richard no logró dejar de soñar con el cuerpo de Mateo siendo devorado por el fuego sin que él pudiera hacer algo. Solo años después, gracias a su mujer y amigo, logró disminuir la culpa dentro de su corazón.

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